Cómo enseñar a los adolescentes a evangelizar

Los jóvenes que estudian las escrituras regularmente se preparan a ellos mismos para evangelizar

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En sus ansias de ser independientes los adolescentes no prestan mucha atención como lo haría un adulto a la necesidad de Dios. Sin embargo, cuando enfrentan un problema toman al pie de la letra los consejos de los amigos lo que convierte a los adolescentes, por la facilidad de relacionarse con otros, en canales que no están siendo usados para la evangelización. Sin embargo, lo que sucede es que los adolescentes tienen miedo e inseguridad de hablar como adultos, por ello si quieres enseñar a tu hijo adolescente a evangelizar, ten en cuenta este artículo que dará a los jóvenes las habilidades sociales, mentales, emocionales y bíblicas necesarias para superar las barreras y evangelizar con éxito.

Sé un buen ejemplo. El Pastor Michael Turriff de la Iglesia Evangélica Luterana Monte Calvario en Waukesha señala que “si los adultos lo hacen, los niños lo entenderán”. Sé abierto con respecto a tu fe y habla en cada actividad de tu día de lo que Jesús ha hecho por ti, de su muerte y resurrección. Que las charlas sobre temas espirituales sean parte natural de tus conversaciones diarias de manera que tu hijo tenga un punto de referencia de cómo se hace para poder hablar con sus amigos.

Conoce los miedos de tu hijo y los obstáculos que enfrenta cuando comparte su fe; el miedo al rechazo o al ridículo, sentirse desubicado, con la lengua pegada sin saber qué decir o cómo decirlo o ser calificado de “mala onda” o “raro” por aquellos a quienes quiere impresionar y ser aceptados. Habla con tu hijo con respecto a las preguntas que pueden aparecer cuando se testifica como por ejemplo: ¿Todos los caminos llevan a Dios? O ¿Cómo puede un Dios bueno permitir tanta maldad en el mundo? Encara la conversación como un dialogo entre tu hijo y tú, más que una lección de padres para ayudarlos a procesar y entender la explicación en un nivel profundo que pueda explicar si se da la ocasión. Muchos de sus miedos desaparecen a medida que se da cuenta que no hace falta que sea un gran orador ni tener todas las respuestas para testificar por Cristo, sino un buen amigo que ha aprendido algunas cosas importantes para compartir.

Entrena a tu hijo con una base sólida en las escrituras usando la biblia e historias reales para ayudarlo a entender, apreciar y aplicar a la realidad de todos los días. Explícale como te consuela y animal el Espíritu Santo y dile que quieres que el reciba el mismo consuelo y ánimo; de la misma manera ellos desearán ser un apoyo tierno para sus amigos. Comparte tu propia historia y admite tu necesidad de un Salvador. Cuenta lo que Jesús hizo por ti personalmente, no solamente con su sacrificio en la cruz sino también en las circunstancias comunes de tu vida.

Dialoga con tu hijo la manera en la que conocer a Jesús ha bendecido su vida, anímalo a pensar en momentos especiales e historias personales que ilustren la manera en la que Dios trabaja en su vida y carácter. Señala que estas historias pueden ser usadas para compartir su testimonio con sus amigos. No tiene por qué ser pesado con respecto al tema pero si la oportunidad se presenta un “Hey, déjame contarte de algo que personalmente experimente y encontré verdadero y valioso”. Enfatiza que el testimonio es decir la verdad con respecto a lo que has visto y oído por lo tanto no hace falta que sea una historia íntima o escalofriante. Para ayudarlo puede escribir su testimonio personal en papel para usarlo como guía cuando comparta con otros.

Actúa con tu adolescente varios escenarios de evangelización, toma el lugar de un incrédulo de creencias varias y deja que tu hijo practique se acerque y responda tus objeciones o preguntas. Si estás involucrado en un grupo de evangélico en la iglesia, lleva a tu hijo contigo para hacer testimonios de evangélico en acción. El Pastor Michael Geiger de la Iglesia el Buen Pastor en Burnsville Minnesota sugiere otros lugares donde dar a los jóvenes la oportunidad de poner sus habilidades evangelizadoras en acción en un nivel bajo, en ambientes que no sean tan amenazantes: como ser voluntario en hospitales u hogares de ancianos, centros de rehabilitación, repartiendo invitaciones en la comunidad para eventos especiales de la iglesia, escribiendo tarjetas de bienvenida para las personas nuevas y de visita en la iglesia, dando la bienvenida en la entrada de la iglesia o asistiendo en las clases de escuela dominical.

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