Cómo no sentirse culpable por castigar a los niños

Habla con tu hijo acerca de la disciplina y el castigo para que entienda las reglas.

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Ya conoces la rutina: tu hijo actúa mal y tiene que ser castigado. Pero después de retirarle la mesada, reprenderlo, enviarlo a la habitación o utilizar cualquiera que sea el método disciplinario que sueles usar, comienzas a sentirte culpable. Sentirte culpable por castigar a tu hijo puede llevarte a posponer el correctivo para la próxima vez o incluso compensarlo en exceso para minimizar la desagradable experiencia. Pero, puesto que el castigo y la disciplina son un punto clave en la crianza de los hijos, es mejor hacerlo bien y liberarse de la culpa. Después de todo, ninguna experiencia como padre es perfecta y la disciplina tiene un propósito vital durante la infancia.

Recuerda el propósito del castigo como parte de la disciplina. El castigo actúa como una experiencia negativa ocasionada por un comportamiento determinado que permite a tu hijo aprender a evitar la repetición de la conducta negativa. También le enseña que existen consecuencias por sus acciones. Todo esto te permite poner límites, tanto dentro como fuera del hogar. Aún más, el castigo por un comportamiento negativo también puede ayudarte a mantener a tu hijo seguro y darle a conocer lo que se espera de él. Aunque el castigo puede experimentarse como una sensación negativa, tiene un resultado positivo.

Explica claramente a tu hijo tanto las normas como las consecuencias por romper las reglas . En caso de que debas reprenderlo por una conducta inapropiada, sabrás que la culpa es suya y no tuya. No debes sentirte culpable pues tu hijo entiende las consecuencias de su comportamiento inapropiado.

Aplica correctivos que se ajusten a la gravedad de la falta y que dejen una enseñanza a tu hijo. Es posible que te sientas culpable si le castigas sin dejarle una lección, puesto que en este caso el castigo quizá realmente no corresponde a la falta. Si por ejemplo tu hijo tomó dinero de tu bolso, no tiene sentido enviarlo a su habitación o restringir el tiempo en la computadora. En cambio, tiene más sentido retirarle la mesada o pedir que haga tareas para restituir el dinero.

Elige tus batallas al disciplinar a tu hijo. El castigo se vuelve menos eficaz cuando se vuelve un recurso cotidiano y podría indicar que la disciplina no está funcionando. En vez de esto, reserva los castigos para cuando realmente valgan la pena. Es posible que no quieras castigar a tu hijo por una disputa menor con su hermana, pero aplicar un correctivo por ejercer violencia física hacia otro niño es algo completamente apropiado. Cuando aplicas menos castigos, te sentirás menos culpable y el correctivo será más significativo para tu hijo.

Premia el buen comportamiento de tu hijo. Cuando estás constantemente enfocado en lo negativo, puedes comenzar a sentirte culpables acerca de tus habilidades como padre. En cambio, dedica tiempo a alabar y recompensar a tu hijo por compartir, hablar con respeto o sobresalir en la escuela. Las recompensas positivas pueden pesar más que los castigos negativos y pueden ayudarte a sentir mejor y a reconocer el esfuerzo de tu hijo.

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