Definición de agresión proactiva

La gente que presenta agresión proactiva quiere lograr algo más que sólo lastimar a su víctima.

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En el clásico ejemplo del abuso escolar, un niño más grande se dirige hacia un niño más pequeño, lo empuja hacia el piso y le pide su dinero para el almuerzo. En otro escenario, un niño atormentado le devuelve el ataque a su abusón, al parecer sin haberlo pensado, conducido por el terror y la rabia. Las diferencias entre estos escenarios radican en la presencia de la agresión proactiva contra la agresión reactiva, dos formas distintas de agresión, que según los psicólogos surgen por diferentes motivos, niveles de excitación emocional y procesos fisiológicos.

Qué es la agresión

Como lo indica el psicólogo y experto en agresión Leonard Berkowitz, la agresión es difícil de definir, e incluso los médicos clínicos y los investigadores que lidian con ella a diario no pueden ponerse de acuerdo con una definición. El uso diario del término sólo nubla aun más el asunto. La agresión, concluye, "es una forma de comportamiento cuyo fin es lastimar a alguien física o psicológicamente"; la clave para la definición de Berkowitz es el motivo para causar daño, excluyendo el comportamiento accidental, negligente (pero no dañino) y asertivo. El niño que empuja a un compañero de clases intencionalmente contra un casillero es agresivo. El niño torpe que accidentalmente engancha a los compañeros, el niño que roba del pupitre ausente del compañero y el niño que interrumpe y argumenta en un debate en clases no son agresivos.

Agresión proactiva vs agresión reactiva

La agresión proactiva, también conocida como agresión instrumental, es conducida por un propósito que se tiene en mente y que va más allá de lastimar a la víctima. La agresión reactiva o emocional, por otro lado, tiene como fin principal ocasionar daño. La agresión proactiva tienda a ser calculada (la persona sabe de antemano que su intención es lastimar a otra persona) mientras que la agresión reactiva es impulsiva y suele ser consecuencia de una emoción fuerte, tal como el miedo o la ira.

Motivos

Un tarde observando niños en el campo de juego (o una mirada hacia atrás a través de la historia) revela los innumerables motivos de la agresión proactiva. Los investigadores Gerald Patterson y James Tedeschi proponen que la agresión proactiva está motivada por el deseo de cambiar el comportamiento de la víctima. Por ejemplo, un chico acosado conspira para lastimar y humillar a sus atormentadores, con la esperanza de que dejen de molestarlo. Berkowitz cita otra escuela del pensamiento que lleva esta idea más allá, proponiendo que la agresión proactiva puede establecer la dominancia del agresor sobre la víctima, un modelo que suele usarse para explicar la violencia doméstica. El sociólogo Richard Felson atribuye la agresión proactiva al deseo de controlar cómo otros perciben al agresor. Por ejemplo, los miembros de una pandilla a menudo quieren ser considerados como formidables e intimidantes, y construyen esta impresión siendo violentos hacia otras personas. También existen otros motivos, tales como el deseo de dinero o la aprobación social.

La hostilidad percibida y la habilidad de planeamiento

Un estudio del 2009 de Ellis, Weiss y Lochman descubrió que los niños que mostraban una agresión proactiva se distinguían de la agresión reactiva y de los niños normales de dos maneras principales. En primer lugar, no percibían que sus víctimas tuvieran intenciones dañinas. Los niños que presentan agresión reactiva suelen atacar porque creen que otra persona quiere lastimarlo. En segundo lugar, los agresores proactivos tienen mejores habilidades de planeamiento, lo cual les permite calcular y planear sus acciones agresivas por adelantado.

Reacciones al estrés

La agresión reactiva es impulsiva y conducida por una emoción intensificada, llevando a frases conocidas tales como "en el calor del momento" y "crímenes de pasión". Atacando como consecuencia del miedo y la ira, las personas emocionalmente agresivas suelen parecen incapaces de controlar su comportamiento. Tal vez no sorprendentemente, entonces, lo estudios acerca de la agresión en niños muestras diferencias fisiológicas subyacentes entre aquellas que demuestras agresión proactiva vs agresión reactiva. El psicólogo de niños Néstor López Durán y sus colegas descubrieron que los niños reactivamente agresivos demostraban respuestas al estrés fisiológico durante tareas estresantes, mientras que los niños proactivamente agresivos no lo hacían, dándole crédito a la conocida descripción de la violencia instrumental que ocurre "a sangre fría".

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