Argumentos en contra y a favor del derecho al voto femenino y la 19ª enmienda

A principios del siglo XX, el movimiento por el sufragio femenino se extendió por todo el mundo occidental.

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El derecho al voto en Estados Unidos fue otorgado en un principio exclusivamente a los terratenientes blancos de sexo masculino, pero a finales de la década de 1830 se extendió a todos los ciudadanos varones de raza blanca. Pero las enérgicas y socialmente activas mujeres estadounidenses consideraron que esto era insuficiente. En 1848, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott invitaron a sus compañeros abolicionistas a Seneca Falls, en Nueva York, para discutir no sobre la liberación de los esclavos, sino sobre la liberación de las mujeres otorgándoles el derecho al voto.

Historia

Aunque la convención de Seneca Falls puso en marcha un movimiento por el sufragio femenino que fue ganando impulso a lo largo de la década de 1850, se trataba de una causa que siempre había competido con la abolición. Durante la Guerra de Secesión y la lucha que vino después para conseguir la ciudadanía para los afroamericanos junto con su derecho al voto, el sufragio de las mujeres fue totalmente ignorado. Stanton y Susan B. Anthony se opusieron a la aprobación de la 15ª enmienda, que garantizaba a los hombres negros el derecho al voto, señalando que sería mejor otorgar a todos los ciudadanos adultos estadounidenses ese derecho. Si bien esto provocó una fisura dentro del movimiento, también lo revitalizó. En 1890, el National American Woman Suffrage Movement (Movimiento Nacional por el Sufragio Femenino en Estados Unidos) volvió a sacar su lucha a la luz pública.

Pros

Mientras que las primeras activistas argumentaban que las mujeres eran merecedoras del derecho al voto porque habían sido creadas iguales a los hombres, el nuevo movimiento de la década de 1890 afirmaba que las mujeres merecían tal derecho precisamente por ser diferentes. El programa femenino incluía asuntos tan impopulares entre los hombres como la abstinencia y las mujeres de la época victoriana eran consideradas más virtuosas y con más altos valores morales que los hombres. Según argumentaban las activistas, el sufragio femenino traería consigo unas leyes mejores y más éticas. En el sur del país, las sufragistas defendían que permitir votar a las mujeres (a las blancas exclusivamente) podría debilitar el voto negro, que era ya por entonces un asunto de gran controversia.

Contras

Los argumentos esgrimidos por los activistas anti-sufragio parecen anticuados desde el punto de vista actual. Decían que las mujeres eran físicamente frágiles y que no podrían enfrentarse al estrés que suponía votar, tanto por tomar la decisión como por tener que mezclarse con una multitud de hombres ante las urnas. Además, las mujeres llevaban consigo la maldición de Eva y arrastraban a los hombres a la tentación y a los conflicto, por lo que al votar actuarían de forma similar y conducirían a las naciones a la guerra. Por otra parte, el voto de una mujer podía ser muy fácilmente influenciado por su marido o por algún político sin escrúpulos. Por si todo esto fuera poco, la mujer podía esconder otras papeletas de voto en sus voluminosas mangas y faldas, llenando con ellas las urnas. Al no poder luchar en las guerras, tampoco podrían tomar decisiones racionales sobre ellas, por lo que permitir el voto femenino llevaría a la situación de tener mujeres en el poder disponiendo sobre asuntos de contiendas. Y lo que es peor, argumentaron que las mujeres eran incapaces de tomar decisiones lógicas y racionales y que su naturaleza emotiva las conduciría a votar de una forma pésima.

La cumbre del sufragio

En 1893, Wyoming fue el primer estado en otorgar el sufragio a las mujeres, seguido poco después por Idaho y Utah. Tras un largo paréntesis, otros estados occidentales también concedieron el voto a la mujer; Washington, California, Oregón, Kansas, Arizona Montana y Nevada legalizaron el voto femenino entre 1910 y 1914. Aunque los estados del tardaron algo más en seguir este camino, la entrega de las mujeres a la causa del sufragio poco a poco los fue convenciendo. En 1918, tanto el partido demócrata como el republicano apoyaban el derecho al voto de las mujeres.

La 19ª enmienda

En 1919, la 19ª enmienda fue aprobada finalmente por el Congreso de los Estados Unidos. Redactada por Susan B. Anthony y presentada en la Cámara de Representantes en 1878, simplemente establecía que el derecho al voto no podía verse coartado por razón de sexo. Fue enviada a los estados para su ratificación. El 18 de agosto de 1920, Tennessee fue el 36ª estado, y el último necesario, en ratificar la enmienda. Fue promulgada el 26 de agosto de 1920.

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