Modales de las mujeres colombianas

Comúnmente se espera que las mujeres colombianas se hagan cargo de la crianza de sus hijos.

Kraig Scarbinsky/Digital Vision/Getty Images

Colombia se encuentra en el extremo norte de América del Sur y es un país que tiene una vasta y diversa geografía, así como diversa es la cultura y la mezcla étnica de los habitantes. La población del país está compuesta en gran parte por personas de ascendencia española, indígena y africana, convirtiéndola en un crisol de culturas y tradiciones diferentes. El rol, costumbres y etiqueta para las mujeres varía dependiendo de la historia y geografía de Colombia, pero los roles de género existen en todo el país, basados en las tradiciones religiosas católicas y de América Latina.

Costumbre femeninas

Al saludar a alguien que no sabe o no está familiarizado con las costumbres del país, las mujeres colombianas pretenderán estrechar la mano de esa persona. Si la persona es bien conocida y el encuentro es menos formal, un beso en la mejilla derecha es aceptable. En un ambiente formal o de negocios, es costumbre que las mujeres usen vestidos. En Colombia las mujeres son muy veneradas por su belleza, por la estricta higiene personal, el vestido atractivo y el mantenimiento de un régimen de belleza, incluyendo una piel y un cabello bien cuidados. Los concursos de belleza son muy populares en Colombia y se realizan en las empresas, los municipios e incluso las prisiones.

Machismo y marianismo

Los términos "machismo" y "marianismo" se refieren a los roles tradicionales de género en Colombia y, de hecho, en el resto de América Latina. Cuando se habla de marianismo, se dice que la mujer posee las virtudes femeninas de la Virgen María como la pureza, la fortaleza moral y la pasividad. El marianismo se traduce en la vida cotidiana de las mujeres colombianas en la forma que se espera que se comporten. El machismo se relaciona con el papel tradicional del hombre colombiano que está centrado en ganar dinero, tomar decisiones y ser dominante tanto en la vida pública, como en lo personal, dice Nick Samuels, ejecutivo de agencia de viajes de Colombia. Un ejemplo de machismo y marianismo en acción es la costumbre común de los hombres colombianos de ver pasar una mujer por la calle y hacer un comentario apreciativo sobre su apariencia y la pasividad de la mujer al no responder a este comportamiento.

Matrimonio y familia

Matrimonio y familia son importantes instituciones en Colombia y se espera que las mujeres tengan ciertas funciones dentro de estas unidades. Tradicionalmente, los hombres son la cabeza de la familia y el principal sostén de la misma, mientras que las mujeres deben cuidar de la limpieza de la casa y la crianza de los niños, dice Samuels. Sin embargo, el siglo pasado ha sido testigo de un cambio en los derechos de la mujer que comenzó con las mujeres teniendo el derecho a votar durante el Gobierno del dictador Gustavo Rojas Pinilla en la década de 1950. Luego, con la legalización del matrimonio civil y luego el divorcio en 1974 y 1991, respectivamente, ha habido un aumento en las familias monoparentales y, consecuentemente, un cambio en el papel de la mujer dentro de la familia.

Diferencias geográficas y socioeconómicas

Existe una disparidad entre el papel y la etiqueta de la mujer según el lugar que se habita en Colombia y a qué clase social se pertenece, dice a Samuels. De las mujeres rurales que pertenecen a un estatus social inferior, a menudo se esperan que trabajen fuera del hogar por razones financieras, manteniendo también la casa funcionando. Las mujeres de clase media y clase alta deben quedarse en casa para mantener la situación familiar y el honor. También es común ver a mujeres colombianas de una clase socioeconómica superior involucrarse en asuntos políticos, sociales y religiosos en sus áreas locales, además de sus deberes como madre y esposa. Los roles están cambiando para las mujeres en Colombia, especialmente en las zonas urbanas. Las mujeres están empezando a competir con los hombres para los puestos mejor pagados y más importantes, por lo que se diluye poco a poco la tradición que impone que los hombres deben ser los miembros económicamente más activos de la sociedad.

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