Consecuencias de la caída del Imperio Romano

La caída de Roma hizo que muchos dudaran de la longevidad de las otras instituciones, incluyendo el cristianismo.

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En el año 410 DC, hordas de visigodos, furiosos debido al mal trato que les había dado el gobierno romano, invadieron y saquearon la ciudad de Roma. Los visigodos, que eran cristianos, como muchos de los ciudadanos de Roma, derramaron poca sangre y, en general, causaron pocos daños materiales, pero el golpe para el orgullo romano fue devastador. Psicológicamente, los miembros de la civilización occidental comenzaron a dudar de que el orden podría volver a restablecerse, dado que el imperio tan fuerte y poderoso había decaído.

La estabilidad del cristianismo

Durante siglos, la cohesión y la estabilidad del cristianismo se basó en la fuerza del Imperio Romano. Si bien Constantino había legislado con tolerancia religiosa, Teodosio I hizo del cristianismo la religión oficial del imperio y tuvo un papel relevante en la configuración de la cristiandad. Con la caída del imperio, muchos se preguntaban si el cristianismo declinaría y caería también. Para tranquilizar a los fieles cristianos, los papas (especialmente Gregorio I) tomaron una forma más dominante de liderazgo y San Agustín escribió una obra completa -"La ciudad de Dios"- dedicada a explicar cómo el cristianismo era sólo una institución religiosa que no dependía de ningún poder terrenal para su supervivencia.

La supervivencia del Este

Originalmente fundada como un co-centro para el Imperio Romano, Constantinopla, en Turquía, sobrevivió como centro del Imperio Bizantino, que resultó más resistente y más potente. Si bien las murallas de Roma resultaban impresionantes, Teodosio sintió que eran demasiado débiles y construyó inmensas paredes dobles para defender Constantinopla. En otros sentidos también Constantinopla fue diseñada para ser mucho más fuerte que Roma y protegió con éxito la Europa occidental de la invasión islámica hasta bien entrado el siglo XI.

Dominio de las tribus y las hordas

A medida que los cónsules romanos, los gobernadores y otros oficiales dejaron de ejercer en Europa y en el Mediterráneo, el orden y el liderazgo que una vez proporcionaron también se disolvió. En su lugar, las poblaciones locales volvieron a una forma tribal de civilización, formando inmensas hordas incivilizadas, hambrunas, conflictos bélicos y otras emergencias que requerían imperativamente de medidas importantes. En Europa, los visigodos, los francos y los eslavos dominaron las zonas del interior del Mediterráneo.

La época de los reyes

No le tomó a los pueblos de Europa mucho en darse cuenta de que la migración y el saqueo constante no sostendrían su existencia para siempre, y por esa necesidad se tuvieron que desarrollar formas sociales más organizadas de vida. Primeros los señores y luego los reyes surgieron de las hordas desorganizadas con el fin de proteger a las masas, al mismo tiempo que produjeron alimentos suficientes para toda la población. Los sacerdotes y los obispos tuvieron un papel de liderazgo en los asuntos locales hasta que los hombres más poderosos pudieron organizar la fuerza para supervisar vastas áreas y reinos, en lo que se terminó convirtiendo en el sistema feudal.

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