Salario de los niños

En los primeros años de la Revolución Industrial, antes de la creación de la máquina de vapor, los huérfanos constituían buena parte de la fuerza de trabajo, de acuerdo con Carolyn Tuttle, profesora de economía en el Colegio Lake Forest. Ésto se debía a que los antiguos molinos dependían del agua para crear energía, y los huérfanos se podían reubicar fácilmente a áreas remotas o aisladas en las que había agua en abundancia. El dueño del molino brindaba alimento y vivienda en lugar de dinero. Cuando la máquina de vapor ingresó en la ecuación, las fabricas comenzaron a aparecer en las principales ciudades, y los huérfanos ya no eran reubicados. En su lugar, familias pobres que luchaban por sobrevivir en estas áreas urbanas mandaron a sus hijos a trabajar en estas fábricas. Aunque los niños trabajaban muchas horas, ganaban muy poco dinero. Jason Long, Profesor Aosciado de Economía en el Colegio Colby, dice que los niños trabajando en las fábricas en la década de 1850 ganaban entre dos y cuatro chelines por semana.

Salarios para mujeres

Joyce Burnet, profesora de economía en el Colegio Wabash, asegura que aunque los niños, tanto varones como niñas, ganaban la misma cantidad de dinero, aparecía una brecha en los salarios según el género a partir de los 16 años. El salario promedio para las mujeres trabajando en fábricas en 1933, era de unos siete chelines por semana. Es decir, que las mujeres obreras durante la Revolución Industrial sólo ganaban un tercio de lo que ganaban los hombres. En una columna escrita en abril de 2008, Jane Humphries, profesora de historia económica en la Universidad de Oxford, afirmó que era común que los varones adolescentes que trabajaban en las fábricas ganaran más dinero que sus madres.

Salarios para hombres

Durante la Revolución Industrial, Long afirma que los trabajadores calificados ganaban un promedio de entre 20 y 30 chelines por semana. Aunque esto parece mucho en comparación con los salarios de mujeres y niños, no era ni remotamente suficiente para hacer rica a una familia. De hecho, el autor G.T. Griffith asegura que un quinto de las familias viviendo en Liverpool a mediados del siglo XIX rentaban unidades en áticos, en lugar de pisos comunes. Incluso cuando todos los miembros de la familia trabajaban, pagar los altos costos de la renta, alimentos y vestimenta en un área metropolitana a menudo era un enorme desafío.