Remedios a base de aceite de ricino y bicarbonato de sodio

Usa aceite de ricino para tratar una variedad de dolencias.

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Estos ingredientes se usan para elaborar diversos remedios caseros. Ambas sustancias sirvieron para tratar de manera efectiva las dolencias más comunes y algunas enfermedades simples. Puedes encontrar aceite de ricino en cualquier farmacia y puedes conseguir el bicarbonato de sodio en la mayoría de los supermercados. Consulta a tu médico antes de utilizar cualquier remedio casero.

Paquete de aceite de ricino

Utiliza esta sustancia para aliviar dolores, molestias o músculos tensionados. Toma un paño limpio y empápalo con aceite de castor, luego escúrrelo hasta que esté ligeramente húmedo y colócalo sobre la zona adolorida. Cubre la zona con un film plástico, luego con una toalla y, si así lo deseas, puedes utilizar una almohadilla de calor. El aceite penetrará en la piel y aliviará el dolor. Esto puede ser utilizado para la artritis, dolores de estómago, fibroides, bursitis, torceduras y esguinces.

Aceite de ricino y bicarbonato de sodio para verrugas

Coloca unas gotas de aceite de ricino masajeando zona donde se encuentra la verruga, luego cubre con cinta de primeros auxilios o coloca una curita. Realiza este procedimiento dos veces al día hasta que la verruga desaparezca. Alternativamente, mezcla una cucharadita de aceite de ricino con una pequeña pizca de bicarbonato de sodio hasta lograr una pasta. Coloca esa mezcla sobre la verruga varias veces al día y luego cúbrela con una curita. Repite estos pasos hasta que la verruga se haya ido.

Bicarbonato de sodio para el pie de atleta

Para tratar los hongos en los pies, especialmente los que se ubican entre los dedos, aplica una pasta a base de bicarbonato de sodio. Mezcla una cucharadita de bicarbonato de sodio con la cantidad de agua necesaria para formar una pasta y masajea el área afectada. Enjuaga con agua tibia y seca la piel completamente.

Pasta dental a base de bicarbonato de sodio

Mezcla bicarbonato de sodio con peróxido de hidrógeno hasta formar una pasta. Cepilla tus dientes de manera habitual especialmente en las zonas donde hay manchas y evita las encías. Luego, enjuaga con agua fría. Repite el lavado cuantas veces quieras.

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